viernes, 17 de julio de 2009
De luces y sombras.
La luz que dejaban pasar las hendijas entreabiertas de la persiana formaba extraños dibujos sobre la pared. Él, desde su cama, despertó de repente. Era su primera noche allí, estaba solo, y en general sus primeras noches de vacaciones se caracterizaban por el desvelo rápido, por estar atento a todo lo que sucediese, y esa noche no era la excepción. Esa luz que había aparecido de repente lo había despertado y el insomnio parecía ser un hecho. Pero esa luz pronto desapareció, y todo se volvió penumbras, y él intentó tranquilizarse nuevamente, cerrar los ojos, dormirse. Pero la luz otra vez entró por la persiana y él no hizo más que, con los ojos cerrados, pensar en una sola cosa: alguien había allí afuera, alguien que generaba una sombra al pasar frente a la luz. Se quedó quieto en la cama, respiró profundo, y abrió los ojos. La luz desapareció. Alguien estaba jugando con él. Se deslizó muy lentamente sobre la cama hacia el borde lejano a la ventana. Cuando la luz se volvió a mostrar, se quedó quieto, inmóvil. Sintió que lo observaban, y que iban a seguir jugando con él. Cuando la sombra regresó, rápidamente se bajó de la cama, tapando por completo su cuerpo con ella. Estaba agachado y, cada tanto, levantaba la vista para observar por la ventana. La luz volvió. Allí estaban nuevamente los dibujos sobre la pared. Les buscó formas reconocibles para calmar sus nervios. Lo único que encontró antes de que se volvieran a apagar fueron las líneas de separación entre un carril y otro en la ruta. Pero todo se oscureció. Y pegado lo más que pudo al piso, fue acercándose hacia la ventana. Inmediatamente debajo de ella sintió que era el mejor lugar para que no lo vieran y así poder sorprender al enemigo. La odisea de llegar hasta allí duró varias burlas de luces y sombras de su enemigo, que en tiempos exactos entre uno y otro parecía querer volverlo loco. Él pudo durante ese tiempo desconfiar del que le había alquilado esa pieza en planta baja. “Por algo era tan barata. Seguramente era un perverso que se dedicaba a enloquecer turistas engañándolos con ese bajo costo.” Finalmente el piso terminó y se convirtió en pared. La ventana con su persiana ya estaban encima suyo. La luz volvió a entrar y él se quedó quieto, sabía que debía esperar el momento de la oscuridad total para irrumpir con su acto. Pero la luz se apagó y no hizo nada. Prefirió prestar atención a los sonidos: ese alguien debía realizar pasos cuando cortaba la luz con su cuerpo. Agudizó sus oídos, pero nada, todo se volvió a iluminar. Miró hacia atrás, hacia la pared. Allí estaban las líneas de separación entre un carril y otro en la ruta. Pero se apagaron, y decidió terminar con el juego. Tomó aire, como ya alguna vez había hecho esa noche, esperó dos vueltas más de luces y sombras, y muy rápidamente se paró y abrió la persiana de un solo tirón.
Un año pasó de aquel episodio. Nuevamente otra primera noche de vacaciones caracterizada por el desvelo rápido, por estar atento a todo lo que pudiese ocurrir. Pero esta vez se había asegurado de que haya una cosa menos que le pudiese molestar. Esta vez buscó una habitación lejos, pero muy lejos de cualquier faro posible.
Cuento inédito publicado en Llanura, literatura urbana.
© Ignacio Javier Olguin
http://llanuraliteratura.blogspot.com/2005/07/de-luces-y-sombras.html
Un año pasó de aquel episodio. Nuevamente otra primera noche de vacaciones caracterizada por el desvelo rápido, por estar atento a todo lo que pudiese ocurrir. Pero esta vez se había asegurado de que haya una cosa menos que le pudiese molestar. Esta vez buscó una habitación lejos, pero muy lejos de cualquier faro posible.
Cuento inédito publicado en Llanura, literatura urbana.
© Ignacio Javier Olguin
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